sábado, 31 de octubre de 2015

Huir del adiós.

Que se marchen es como un portazo en las narices cuando sólo quieres pedir perdón
como el pistoletazo de salida de la carrera para la que no te quedan fuerzas
o incluso es como aquella canción que nunca quieres bailar sola.


Al que le duele es al que escribe
y no al que inspira.
Le duele al que tiene la herida
y no al que la causó.
La causa no justifica los medios,
la causa no es el medio
porque luego no pasa absolutamente nada.

Luego es mañana y ya es tarde.
El mañana no vuelve.
Que no tenemos presente que todo lo pasado ya no tiene futuro.
Que el vértigo a veces es la distancia y está muy cerca pero en ella vemos un precicipio o todos los mundos que nos separan y a la vez se están destruyendo.

El que se marcha es un cobarde aunque a veces el irse es una muestra de valentía,
un alto en un camino que nunca cesa hasta que éste empieza a convertirse en un infierno
y entonces todo
inevitablemente 
para.
Pero no termina
porque sigue girando involuntariamente,
al igual que aún siguen quedando corazones bombeando sangre arrítmicamente
y cantautores componiendo sin musa, sólo con recuerdos bajo el brazo.

Huir puede ser la única respuesta a todas las preguntas que nos da miedo formularnos.