todo el tiempo que quiera
tratando de encontrarme escribiendo
pero nunca me encuentro tanto
como cuando me pierdo entre líneas,
entre sus líneas.
Entre las líneas de sus manos
o los rizos de su pelo
y me quedo clavada en sus clavículas
que recuerdan al sonido del mal
y a ese vértigo que me entraba de pequeña
al columpiarme
y jugar a tocar el sol.
Porque la luna ya no brilla tanto,
como antes
desde que es tan suicida como el amor
o como el poeta que le escribe
intentando que le salve un poco
a la vez que le destruye
y apaga la noche
y me apaga a mi misma
porque sigo aquí, donde siempre
clavada en sus clavículas
por si le da
y vuelve.