miércoles, 15 de junio de 2016

"te hiero mucho."

Todos los días con trece lágrimas
acariciando mis pupilas rotas.




El abandono está injustificado y las voces sólo fueron un pacto de no agresión a uno mismo pero el amor impropio ya está dañado y eso no justifica que te marcharas. 

Observo fotografías antiguas y observo mi pelo cuando está largo, cuando está corto. Observo también la etérea marca que deja la enfermedad en mi rosto y reparo en tu cara infantil que jamás llegó a estar a mi lado. Y joder, mira qué felices, qué caras más tristes. 

Los semáforos en rojo de esta inhóspita ciudad están diciendo que pare, que en esta vacía carretera infinita que es mi vida todavía existe la posibilidad de que haya un choque automático entre corazón y razón provocado por el fracaso que siento al no haber sido capaz de conseguir nada de lo que me propusieron. Me alimento a base de rabia y de toda la mierda que siento, de vodka barato y de palabras que leí hace tiempo.

He olvidado como se cogía aire a la hora de ahogarse en un mar de lágrimas que desemboca en el incesante llanto de un recién nacido que al igual que yo no sabe expresar lo que quiere. Casi no recuerdo que suplicar el contacto de otros para aliviar el dolor hace más daño, casi caigo de cabeza en la cuenta los días  que quedan para sentir el verdadero calor del infierno.

Ver amanecer y atardecer ya no es algo bonito. Tu ausencia es como vivir en una cárcel aburrida en la que no hay gente con la que pelearse, ni heridas provocadas por otros a las que tratar con cariño antes de volver a hacer sangrar.  La vida tal y como está ahora se me asemeja a un laberinto sin salida en el que puedes gritar pidiendo ayuda todo lo que quieras, pero los vecinos están muertos y nadie va a preocuparse por entender lo que dices.

Todas las cartas que llegan a mi buzón anuncian guerras mundiales en mundos paralelos que suelen ser mejor que este; allí no existe la melancolía, y aquí no dejo de recordar tu nombre aunque ya lo haya olvidado: te hiero mucho, ojalá más que a mi.

Alguien a quién nadie escucha prevé tormenta en pleno junio y entonces comienza a llover. Se anuncia fin de fiesta, pero nosotros hace tiempo que nos hemos ido.