domingo, 23 de marzo de 2014

Puedo seguir perdida
todo el tiempo que quiera
tratando de encontrarme escribiendo
pero nunca me encuentro tanto
como cuando me pierdo entre líneas,
entre sus líneas.
Entre las líneas de sus manos
o los rizos de su pelo
y me quedo clavada en sus clavículas
que recuerdan al sonido del mal
y a ese vértigo que me entraba de pequeña
al columpiarme
y jugar a tocar el sol.
Porque la luna ya no brilla tanto,
como antes
desde que es tan suicida como el amor
o como el poeta que le escribe
intentando que le salve un poco
a la vez que le destruye
y apaga la noche
y me apaga a mi misma
porque sigo aquí, donde siempre
clavada en sus clavículas
por si le da
y vuelve.

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