miércoles, 2 de noviembre de 2016

Silencio de blanca.

La radio ha muerto pero las voces
siguen sonando dentro de
mi cabeza.



No mostrar nunca lo que somos,
aborrecer al alma en silencio y el amor que me sustentan aquellos que no se sostienen en el suelo.

Ya no me quedan ventanas para saltar, ni ganas de apagar el fuego que incendiaron otros. Debajo de las uñas sólo nos quedan restos del pasado que intentamos enterrar bien hondo pero aún así no nos mantenemos a flote.

Las flores muertas de un cementerio que jamás hemos pisado me recuerdan al color ya apagado de tus ojos y a las palabras mal sonantes que apuñalaban nuestros nombres.

La fragilidad no era negar el contacto del resto, sino que nos acaricien y que no se parezca a un arañazo.

El invierno va a durar lo mismo que mi libro favorito: demasiado poco.

Mátame o abrázame que no encuentro un término medio que no nos duela.
Y así acabó todo, sin saber cómo volver a volver a empezar de nuevo.

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