martes, 29 de diciembre de 2015

Terapia 69.

Como la vez que me vi en un espejo y no me reconocí. Y casi me choco contra mi reflejo.


Respiro flojito por si me escuchas. Camino muy lentamente por si mis pasos hacen que alguien se pierda, aunque no me siga.
No veo a nadie a mi alrededor y pienso que es mejor así. Me ruborizo y creo que es mejor así, no creo en mi, me hago bolita, no creo en el amor. Y a pesar de ser de aquí ni soy extrema ni dura.
Rozo mi desconocido refejo y me observo con ojos de extraña, con mirada anciana y mentalidad infantil temiendo la mentira del resto. Siento nostalgia al extrañar lo que sé que no me echa de menos y recuerdo aquellas comidas en las que no comí nada.

Este año he besado a tantos y no eras ninguno tú.
No sentí nada, un bofetón en la cara sólo te calienta las manos.
Este año no he hecho mucho más que perder personas que no querían quedarse, conmigo pero sin ti.
He aprendido a no hacerme herida y eso que el tiempo me ha curado desde la última que ojalá fuera la primera pero nunca la última.
Me he enseñado a mirar la realidad a través de un espejo que no existe, que sé que no me entienden y que tengo que hablar en siete idiomas diferentes.
Que me he desenamorado pero no de ti.
Que esta guerra empezó pero no me dí cuenta y he aprendido a gritar el himno sin elevar ninguna destartalada bandera.
He desaprendido a escribir tu nombre con mi letra, a escribir correctamente palabras corrientes, a leer entre susurros.

Arrojarse al vacío por alguien no cuenta si te paran la caída. Que el cielo es ocuro, en ocasiones sucio pero muta a gris.
Que si no nos han querido por nosotros jamás lo han hecho.
Y que si te nombro en voz alta es porque me he confundido. Invocar tu nombre es como querer vivir rodeada de fantasmas.

Que morirme me da igual pero ojalá no vuelva a escuchar sus voces pidiéndome que me mate.
Porque a pesar de todo lo que pesa, mañana no existirá.

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