viernes, 25 de marzo de 2016

Cineraria marítima.

Destrozo libros, corazones y todo lo que rocen mis destrozadas manos 
que toqué antes que a nadie.


A quién más he querido
no vuelve
y todos aquellos por los que no sentí nada
siguen sobreviviendo a un vaivén entre mi vida y las suyas.
No quiero que vuelvas
y por eso no digo que no
porque hay palabras que ya se han llevado mi voz
y por eso me convierto en mentirosa diciendo la verdad y en una niña demasiado pequeña para saber amar.

Nunca he sido lo que querías.

La primavera deshoja mis libros favoritos
y hace que viva con la cicatriz con la que mueren los alérgicos.

He perdido la inspiración desde que te has ido
y ya nadie viene.
Las aves migratorias han perdido el vuelo de vuelta a casa
y yo ya no sé en quién edificar la mía. 

La confianza no da mucho más asco que todas las personas en las que he confiado,
abril es sólo un mes maldito para cantautores de mierda.
Y a la primavera le pueden dar muy fuerte, que las flores fallecen porque a veces lo bonito se encuentra en ver morir.

Tras todas las amenazas de tormeta ha llegado un huracán que se ha llevado todas las palabras que han sonado demasiado mal para que las diga una boca tan bonita como la mía y que las repita un acento tan feo como el suyo.

La soledad hace herida cuando ves felicidad reflejada en las pupilas de quién te dejó solo. La herida hace daño cuando ni tú solo puedes curártela.
No dejas de sangrar si no suturas todas tus heridas con la misma indiferencia que reflejan tus pupilas rotas.
Esta mancha de sangre ha comenzado a ser la macha que pisan los niños en los parques. El bombear de este roto corazón se asemeja al sonido de un disparo, y mi respiración entrecortada es como el humo de un incendio. Mis manos trémulas no cesan a la vez que la llama de una vela me consume y lo deja todo en silencio.

La gente reía y hablaba alegremente del futuro y yo sólo podía pensar en trenes que me llevaban muy lejos de casa.

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