lunes, 4 de abril de 2016

Quién se va vuelve a irse.

Desvias la mirada
porque no quieres ver como alguien causa un terremoto bajo tus pies.
Y apartas la mirada
porque odias ver como alguien
se hunde en en el suelo sin quererlo,
mientras tú no haces nada.

Ignoras a toda esa gente ignorando lo que pasa.

Y te vas.

Para no volver. Ignorando a quién se queda acompañado de toda la soledad del mundo.




Las promesas que dejaste en el aire han salido volando
y te quedas perplejo sin tener la certeza de si abril las ha calado.

Los miles de ojos y los millones de gotas de lluvia han mojado el acuerdo tácito que decía que te ibas a que quedar; a pesar de los aviones que se estrellan en tierra mojada.

Continúas con tu mediocre vida sin que ronde en tu cabeza la pregunta de qué hubiera pasado ahora. La cabeza de alguien se marea con tanta ida y venida, con tanto pasar de hoja.
Y paras en seco para comenzar a llover pero el cielo ya no llora contigo.

Descarrilan trenes, se hunde barcos, acaban canciones y nadie escribe un poema con el que puedas sentirte indentificado. Las sirenas de todas la ambulancias de la ciudad te recuerdan a la voz de alguien que alguna vez dijo quererte.
Todos los corazones rotos empiezan a parecerse en algo al tuyo.

Empiezan a sonar campanas a media noche y te das cuenta de todo lo que has perdido.

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