domingo, 6 de abril de 2014

Escribir puede llegar a doler
casi tanto como quererle de nuevo
o querer que vuelvan
todas las mariposas
que se murieron dentro de mi
cuando escuché el portazo,
cuando las despedidas llegan
pero demasiado tarde
y es como si nada hubiese ocurrido.
Sólo quedan miles de recuerdos,
dentro de mi
a los que cada martes
les dan por volver a doler
y por hacer que reviva
el momento de aquella explosión
en la que sólo había ruido
y estaba él,
por todas partes y por todos
mis rincones.
Después todo fue silencio,
como el mar cuando está tranquilo
o como el café cuando se queda frío
porque a nadie le da la gana de venir
desde que todo está tan muerto
como las flores de la pasada
primavera
o como mi sonrisa.

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