jueves, 30 de julio de 2015

Nunca, porque para qué siempre.

Saldría corriendo
pero esta es una de esas muchas veces
en las que siento
que estoy atada de brazos y piernas,
y siento que mi vida 
es mi propia cárcel.



Es cierto, nunca te dije que te quedaras,
pero nunca he querido que te fueras.
Lo peor de la ausencia es que siempre me quedo más sola,
más descolocada,
con más frío por todo el cuerpo
a pesar del calor.
Creo que nunca supimos callarnos tanta tontería
ni decirnos lo que era realmente importante,
tal vez nunca supimos que nos importaba realmente.
Cuando el dolor no duele
¿qué nos queda?

Escúchame como si no hubieras dejado de hacerlo nunca:
¿y si volvemos a empezar?
o sino olvida que cometo tantos fallos,
sólo quiero saber lo que la gente estaría dispuesta a dar por mi,
quizá era demasiado pronto
pero mi niña interior lleva pidiendo guerra mucho tiempo,
entonces te encontró
y parece que nunca supiste hacer batalla,
no es una excusa, cariño
es que tengo mi cuerpo como prueba del crimen
y la marca de tiza blanca en el suelo
señala todos mis defectos.

Nunca quise llegar demasiado lejos,
ahora es demasiado tarde, siendo tan pronto,
estando tan sumamente cerca.

No puedo permitirme quedarme quieta a ver cómo se va,
yo no soy un ave fénix, yo no resurjo de mis cenizas,
yo me quedo a morir en ellas.

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